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Pan de la Palabra


15 Noviembre 2021

  • Memoria libre – Semana 32ª del Tiempo Ordinario
  • Verde / Blanco
  • SAN ALBERTO MAGNO, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA

PRIMERA LECTURA
Del Primer libro de los Macabeos 1, 10-15.41-43.54-57.62-64

En aquellos días, surgió un hombre perverso, Antíoco Epífanes, hijo del rey Antíoco, que había estado como rehén en Roma. Subió al trono el año ciento treinta y siete del imperio de los griegos. Hubo por entonces unos israelitas apóstatas, que convencieron a muchos diciéndoles: “Vamos a hacer un pacto con los pueblos vecinos, pues desde que hemos vivido aislados, nos han sobrevenido muchas desgracias”.
Esta proposición fue bien recibida y algunos del pueblo decidieron acudir al rey y obtuvieron de él autorización para seguir las costumbres de los paganos. Entonces, conforme al uso de los paganos, construyeron en Jerusalén un gimnasio, simularon que no estaban circuncidados, renegaron de la alianza santa, se casaron con gente pagana y se vendieron para hacer el mal.
Por su parte, el rey publicó un edicto en todo su reino y ordenó que todos sus súbditos formaran un solo pueblo y abandonaran su legislación particular. Todos los paganos acataron el edicto real y muchos israelitas aceptaron la religión oficial. Ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el sábado.
El día quince de diciembre del año ciento cuarenta y cinco, el rey Antíoco mandó poner sobre el altar de Dios un altar pagano, y se fueron construyendo altares en todas las ciudades de Judá. Quemaban incienso ante las puertas de las casas y en las plazas; rompían y echaban al fuego los libros de la ley que encontraban; a quienes se les descubría en su casa un ejemplar de la alianza y a los que sorprendían observando los preceptos de la ley, los condenaban a muerte en virtud del decreto real.
A pesar de todo esto, muchos israelitas permanecieron firmes y resueltos a no comer alimentos impuros. Prefirieron la muerte antes que contaminarse con aquellos alimentos que violaban la santa alianza. Muy grande fue la prueba que soportó Israel.Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Salmo 118
R/. Ayúdame, Señor, a cumplir tus mandamientos.
Me indigno, Señor, / porque los pecadores no cumplen tu ley. / Las redes de los pecadores me aprisionan, / pero yo no olvido tu voluntad. R/.
Líbrame de la opresión de los hombres / y cumpliré tus mandamientos. / Se acercan a mí los malvados que me persiguen / y están lejos de tu ley. R/.
Los malvados están lejos de la salvación, / porque no han cumplido tus mandamientos. / Cuando veo a los pecadores, siento disgusto, / porque no cumplen tus palabras. R/.

EVANGELIO
Del Evangelio según san Lucas 18, 35-43

En aquel tiempo, cuando Jesús se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado a un lado del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello, y le explicaron que era Jesús el nazareno, que iba de camino. Entonces él comenzó a gritar: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!”. Los que iban adelante lo regañaban para que se callara, pero él se puso a gritar más fuerte: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”.
Entonces Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Él le contestó: “Señor, que vea”. Jesús le dijo: “Recobra la vista; tu fe te ha curado”.
Enseguida el ciego recobró la vista y lo siguió, bendiciendo a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.

Palabra del Señor.

 LECTIO DIVINA

Para meditar

• La tentación secularizante sigue existiendo: también los cristianos de ahora podemos dejarnos encandilar por la idea de “hacer un pacto con las naciones vecinas”, lo cual políticamente es recomendable. Pero si se refiere, como aquí, a adoptar las costumbres paganas, en contra del estilo que Yahvé exigía a su pueblo y del que Cristo nos ha enseñado a nosotros, nos lleva a la pérdida de nuestra identidad y de nuestros mejores valores.
 

El pecado de los judíos apóstatas no fue la aceptación o no de la cultura helénica, sino que “se acomodaron a las costumbres de los gentiles, apostataron de la alianza santa, se juntaron a los paganos y se vendieron para hacer el mal” y “ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el sábado”.
 

Podemos ser modernos, y asumir todos los progresos de la ciencia y de la cultura. Pero lo que no tenemos que perder es nuestra fe y nuestro estilo cristiano de vida. Ahí está nuestro testimonio: ser fuertes, luchar contra corriente. Los judíos fieles lo fueron con todas las consecuencias: “Prefirieron la muerte antes que contaminarse con aquellos alimentos y profanar la alianza santa, y murieron”. En sus labios pone el salmo la queja: “Sentí indignación ante los malvados que abandonan tu voluntad; los lazos de los malvados me envuelven, pero no olvido tu voluntad... ya se acercan mis inicuos perseguidores, están lejos de tu voluntad”.
 

Los alimentos o la circuncisión o el sábado, no son lo importante: lo importante es la alianza de la que eran signos esos elementos externos. Y es la alianza, para nosotros la Nueva Alianza en Cristo, la que hay saber conservar a pesar de las instancias contrarias de este mundo.
 

• Nosotros no podemos devolver la vista corporal a los ciegos. Pero en esta escena podemos vernos reflejados de varias maneras.
 

Ante todo, porque también nosotros recobramos la luz cuando nos acercamos a Jesús. El que lo sigue no anda en tinieblas. Y nunca agradeceremos bastante la luz que Dios nos ha regalado en Cristo Jesús. Con su Palabra, que escuchamos tan a menudo, Él nos enseña sus caminos e ilumina nuestros ojos para que no tropecemos. ¿O tal vez estamos en un período malo de nuestra vida en que nos sale espontánea la oración: “Señor, que vea otra vez”?
 

También podemos preguntarnos qué hacemos para que otros recobren la vista: ¿Somos de los que ayudan a que alguien se entere de que está pasando Jesús? ¿O más bien de los que no quieren oír los gritos de los que buscan luz y ayuda? Si somos seguidores de Jesús, ¿no tendríamos que imitarlo en su actitud de atención a los ciegos que hay al borde del camino? ¿Sabemos pararnos y ayudar al que está en búsqueda, al que quiere ver? ¿O solo nos interesamos por los sanos y los simpáticos y los que no molestan?
 

Esos “ciegos” que buscan y no encuentran tal vez estén más cerca de lo que pensamos: pueden ser jóvenes desorientados, hijos o hermanos con problemas, amigos que empiezan a ir por malos caminos. ¿Los ayudamos? ¿Los llevamos hacia Jesús, que es la Luz del mundo?

 

Para reflexionar

 ¿Somos comunidad que descubre el rostro de Dios en medio de tanta oscuridad? ¿Permitimos al Señor ser constructor de nuestra historia personal y comunitaria hacia una vida plena?

Oración final

Cuando me vea encerrado en mis cosas, sin querer salir, ¡Jesús, ten compasión de mí! Cuando me obstine en mi pecado, sin querer cambiar, ¡Jesús, ten compasión de mí! Cuando justifique mi falta de compromiso en la vida diaria, ¡Jesús, ten compasión de mí! Sí, Señor, devuélveme la vista y ten compasión de mí. Amén.


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