Cuando hacemos la profesión de fe de nuestra Iglesia, en el llamado Símbolo de los Apóstoles, que es el Credo, nos remitimos a los antiguos padres que afirmaban interrogando: “¿Qué es la Iglesia sino la asamblea de los santos?”. En esta comunión de los santos, comprendemos que están unidas las tres dimensiones de los fieles: los que están en el paraíso, que son los triunfantes; los que esperan la redención, llamados sufrientes, o purgantes; y los que siguen en la historia, la Iglesia militante, caminando “por los caminos de este mundo rumbo al cielo”.
Creemos en esta verdad maravillosa, que nos llena de esperanza y consuela nuestra añoranza de los antepasados.